Un curioso episodio ocurrió en la meta de Carcassonne al final de la decimoquinta etapa del Tour de Francia: Julian Alaphilippe ganó el sprint por el tercer puesto, superando a Van Aert y Laurance, y levantó los brazos al cielo, convencido de haber ganado la etapa.

El francés pasó la segunda mitad de la carrera en el grupo perseguidor con unos quince ciclistas más. En los kilómetros finales, este grupo alcanzó a los seis ciclistas que perseguían a Wellens y Campenaerts. Alaphilippe estaba convencido de haber llegado al frente de la carrera, sin percatarse de la escapada en solitario de Wellens ni del posterior intento de Campenaerts.

La razón es sencilla: el ex campeón del mundo se había caído en los primeros compases de la carrera y en el accidente se le había roto la radio, por lo que su equipo no pudo informarle sobre la dinámica de la carrera.

Nada más cruzar la meta, Van Aert explicó inmediatamente el malentendido a Alaphilippe quien, pese a la decepción, podrá volver a intentarlo en las dos últimas etapas, adaptadas a sus características.